Viaje a la revelación de Samuel Beckett

Es 1946, con su madre moribunda y Europa destrozada, el escritor y dramaturgo Samuel Beckett tuvo una revelación que cambiará su obra y le llevará al lugar prominente que ocupa hoy en las letras universales. Esta es la razón por la que he arrastrado a mi familia hasta Killiney, una ciudad costera a unos pocos kilómetros de Dublín: encontrar el punto exacto donde un destello transformó el curso de la historia de la literatura, la revelación de Samuel Beckett.

Parque Sorrento en Killiney (Irlanda)

 Estamos a primera hora de la mañana. Mi mujer y mi hija están en la parte de atrás del coche de alquiler. No saben muy bien a donde van. Yo tampoco. Solo sé que en algún punto de esta costa sucedió algo que cambió la vida de un escritor y también, como en una cascada, la vida de muchos lectores y escritores que vendrían después. Toda la información que tengo para la investigación se reduce a lo que he encontrado en su biografía (‘Samuel Beckett, el último modernista’ de Anthony Cronin y en búsquedas de internet. Quizás este artículo sirva para que alguien continúe la tarea de encontrar el punto exacto.

 Killiney es hoy una población que está compuesta por urbanizaciones exclusivas de chalets en una colina (por lo visto viven allí dos miembros del grupo U2 y Enya ) y una estación de tren situado al lado de la playa de piedra. En seguida salta a la vista que es una zona adinerada por el tipo de casas y la marca de los coches en los jardines. Aparcamos en la estación y caminamos por la playa. Aunque hace bastante frío, está lleno de bañistas, gente de mediana y avanzada edad con albornoces que entran y salen del agua. Lo cierto es que es un lugar bonito, incluso inspirador, pero no encuentro trazas de Beckett por ninguna parte, mucho menos una placa conmemorativa. Después de caminar un rato, nos dirigimos en coche al norte por la Vico Road hasta el hermoso parque Sorrento, donde hay restos de una cueva de los druidas frente a un islote con una torre. Digo para mí que ese debe haber sido el lugar, me lo imagino en una tarde gris con las olas enfurecidas y a Beckett en una especie de rapto. Tiro de imaginación.

Pero, ¿qué sucedió realmente en la revelación de Samuel Beckett? Hasta el momento Beckett se había esforzado en escribir con un estilo rebuscado, ingenioso, lleno de referencias y guiños a otras obras cultas, con un narrador omnisciente que superaba al común de los lectores en conocimientos y cultura. Era una manera de escribir típicamente irlandesa, con influjos de Joyce, arraigada en su acervo anglosajón, ampuloso y autocomplacido. Sin embargo, fue aquel paseo por el puerto de Killiney, próximo a la casa que tenía su hermano Frank y en la que su madre estaba pasando la convalecencia, donde de pronto el autor de ‘Esperando a Godot’ se dio cuenta de que lo que tenía que hacer era justo lo contrario, renegar de todo alarde de conocimiento, adentrarse en la oscuridad interior y hacer del olvido y de la ignorancia, la vela que alumbrara el camino de sus personajes. Y no solo eso, comenzaría a escribir en primera persona y usaría el francés como preferencia sobre el inglés para deshacerse de toda connotación cultural, para despojarse de los adornos y alharacas, para quedarse en el chasis expresivo. 

Playa de Killiney (Irlanda) posible lugar de la revelación de Samuel Beckett

 No creo que haya nada en esta larga playa que me dé una pista del lugar exacto así que nos dirigimos más al norte, hacia Dun Laoghaire, una población mayor con aspecto señorial. Es aquí donde comunmente se considera que tuvo lugar el milagro, aunque hay más probabilidades de que fuera en Killiney donde su hermano tenía la casa. Caminamos un poco por el puerto pero comienza a llover y mi mujer y mi hija se van al coche a refugiarse. Continúo yo solo el camino por el muelle Este, al principio peleando ridículamente con un paraguas, después resignándome a mojarme y viendo como súbitamente, el sol volvía a brillar.  La cuestión es que las referencias que han quedado para la posteridad de mano de Beckett, especialmente en la obra dramática  ‘La última cinta de Krapp’, coinciden mejor con este lugar:

«Espiritualmente, un año de lo más negro y pobre hasta aquella memorable noche de marzo, en el extremo del muelle, bajo el ventarrón, jamás lo olvidaré, en que todo se me aclaró. Al fin, la revelación. «

 Samuel Beckett es un escritor reconocido, especialmente en el mundo del teatro gracias al muy representado ‘Esperando a Godot’. Lo que no es tan común es que la gente conozca sus novelas, núcleo incandescente del que emanan sus otras obras breves y dramáticas. Beckett no es uno de esos escritores prolíficos. Al contrario. Su producción es muy escasa y de pequeñas dimensiones. Y especialmente en la trilogía compuesta por ‘Molloy’, ‘Malone’ y ‘El innombrable’ es donde podemos encontrar la llave para comprender su universo. En aquel año 46, con la muerte de su madre cercana y el horror de un continente arrasado, nacerán sus personajes más reconocibles, vagabundos que no tienen donde caerse muertos transitando por un mundo árido y yermo con la sospecha de que Dios es más cruel de lo que nunca se imaginó. Si en el antiguo testamento el Ser Supremo es vengativo e inmisericorde, en el testamento Beckettiano es aun peor: Dios ha optado por ignorar al hombre y dejarlo a su suerte. 

 Así, los personajes de ‘Esperando a Godot’, Vladimir y Estragon, últimos ejemplares de la indiferencia divina. O Molloy, ese anciano casi paralítico que sale un día de casa arrastrando una bicicleta para buscar a su madre, de la que recuerda más bien poco. O Malone, un ser encerrado cuya única misión es escribir unas pocas palabras con un lápiz diminuto a cambio de comida en un plato de perro. La propia trilogía es una búsqueda desesperada por encontrar el silencio, algo que sucederá con ‘El innombrable’ que dejará sellada su poética. Después de esta última novela, Beckett tendrá que recurrir a nuevos lenguajes, como el de la escena, para poder seguir-diciendo, porque en materia literaria ya ha concluido su tesis. A partir de aquí vendrá la experimentación con el teatro y los flirteos con la radio y el cine. Hasta que deje prácticamente de producir.

Faro en el muelle de Dun Laoghaire (Irlanda) es donde comunmente se sitúa lugar de la revelación de Samuel Beckett

 El cambio que sucedió a partir de la revelación en el muelle (bien de Dun Laoghaire, bien la playa de Killiney) posibilitará que el autor encuentre su propia voz y que emerja lo que ahora todo el mundo reconoce como ‘beckettiano’, es decir, un universo propio e inconfundible. Y en muy poco tiempo, después del estreno de Godot en 1953, llegarán la fama y el reconocimiento. Lo que vendrá a continuación, no parece gustarle. La imposibilidad de salir a la calle sin que sea identificado e interpelado por desconocidos, asediado y obligado a comparecer publicamente, situación que empeorará con creces después del premio Nobel en 1969 (el cual no recogerá personalmente). Pero todo esto sucederá después de lo que él llamó ‘el sitio del cuarto’, el rapto creativo que siguió a la revelación en Irlanda y que propicio sus trabajos más notables.

 Vayamos a qué dice él sobre ese momento. Encontramos retazos de su biografía en varias de sus obras. En ‘Malone muere’ se detalla momentos de su infancia en Foxrock y especialmente en ‘La última cinta de Krapp’. Aquí podemos encontrar instantes de su adolescencia amorosa y en concreto, el momento de la revelación. Krapp es un alcohólico que a penas puede hablar, que se alimenta de plátanos como si hubiera vuelto al eslabón perdido y cuya única tarea, a parte de irse al baño a beber, es escuchar las cintas que ha grabado en un magnetófono en los años previos, cuando todavía cree ser un escritor y el ego le colma. De manera fragmentada, vamos escuchando porciones de su vida pasada, que según los estudiosos, coinciden con momentos biográficos del propio Beckett. Este es el momento en el Krapp escucha la revelación:

Me imagino que esto es, sobre todo, lo que debo grabar esta noche, pensando en el día en que mi labor esté concluida y ya no quede sitio en mi memoria, ni frío ni cálido, para el milagro que… (vacila)… para el fuego que la abrasó. Lo que entonces vi de repente, fue que la creencia que había guiado toda mi vida, es decir… (KRAPP desconecta el aparato con impaciencia, hace avanzar la cinta, conecta de nuevo)… grandes rocas de granito y la espuma que brillaba a la luz del faro, y el anemómetro que daba vueltas como una hélice; veía claro, en fin, que la oscuridad que yo siempre había rechazado encarnizadamente era, en realidad, mi mejor… (KRAPP desconecta el aparato con impaciencia, hace avanzar la cinta, conecta de nuevo)… indestructible asociación, hasta mi disolución de tempestad y noche en la luz del entendimiento y el fuego…

 Sin embargo el viejo Krapp, reducido a las pulsiones humanas más elementales, solo quiere escuchar los fragmentos en los que habla de una mujer, y por eso pasa rápidamente todo lo que tiene que ver con su aspiraciones literarias las cuales, a todas luces, han quedado en nada. No hay que olvidar que aunque Beckett consiguió el Premio Nobel en 1969 (con 63 años), el éxito no le llegó hasta que cumplió 46, cuando se estrenó ‘Attendant Godot’ el 5 de enero de 1953 en el Théâtre de Babylone en París. La frase que más famosa se ha hecho de toda su obra es “Fracasa otra vez. Fracasa mejor” y aunque proviene de «Worstward Ho» (traducida como “Rumbo a peor”) de 1983, puede hablar de cómo fue su carrera como escritor, cuáles eran sus esperanzas y la imposibilidad de poder alcanzar aquello que es inasible, mucho menos con el lenguaje. 

«Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better. First the body. No. First the place. No. First both. Now either. Now the other. Sick of the either. Try again. Fail again. Better again. Or better worse. Fail worse again. Still worse again. Till sick for good. Throw up for good.»

 Después del paseo por el puerto de Dun Laoghaire en busca de revelación de Samuel Beckett que supone el último punto de nuestro viaje por toda Irlanda, nos dirigimos las tres al aeropuerto. No puedo decir que la búsqueda del lugar exacto donde un rayo partió por la mitad al escritor más importante del siglo XX (por lo menos para mí) haya sido un éxito. Sería muy fácil decir ahora que de lo que se trata es de fracasar mejor. Pero no lo voy a decir. En cambio, terminaré con lo que más le gustaba a Samuel Beckett y que era, paradójicamente, el silencio.

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